En un potrero en Iriarte y Zavaleta se produjo la eclosión de la Poderosa. Una organización que nuclea a las villas y se organiza en asambleas. Un informe de Facundo Pastor, periodista de América TV, fue la “musa inspiradora” para decirle basta a la estigmatización histórica que sufren sus barrios. Desde 2011 cuenta con La Garganta, “el brazo literario” del colectivo. Una revista de cultura villera, sin voceros, que con los ingresos logra subsanar un poco la falta de Estado. La urbanización es la utopía. Una visita por su nueva sede en la Casa de la Militancia (Ex Esma) para ver de cerca los sueños que ahí se esconden.
“El
periodismo es libre o es una farsa”, decía el graffiti de Rodolfo Walsh en una
de las paredes de la oficina. Había una reunión pactada hacía varios días
atrás. A fines de 2012 La Poderosa inauguró una nueva redacción en la ex Esma
(hoy devenido en espacio para la Memoria y los Derechos Humanos), sumada la que
ya tiene en Zavaleta. Lo sabido era que el encuentro era un viernes, un 17 de
julio. Una señal informativa difundió la noticia de la muerte del
genocida Videla, el resto replicó. La muerte y su mejor amigo se encontraban.
El destino hizo que justo ése día esté caminando por las entrañas de un lugar,
donde él y varios de los suyos, desaparecían personas.
Colectivo de línea, otra de mediana distancia más un tren eléctrico me acercaron hasta la estación de Núñez. Al bajar hay que cruzar, puente mediante, para llegar al otro lado; ir hasta a un pasillo relativamente ancho que da a la calle Juana Azurduy. Hice el recorrido hasta avenida Libertador, luego algunas cuadras para la izquierda: en total, fueron cerca de 9. A la distancia se veía un semáforo que daba luz verde. Era una manzana gigantesca, por dentro varias hectáreas. En la esquina había un mármol blanco que decía: “Espacio para la memoria, promoción y defensa de los derechos humanos”; y abajo: “Ex centro clandestino de detención y exterminio Esma”. Costeando la manzana, el recorrido y la curvatura de la vereda, denotaba que a los 100 metros, más o menos, estaba la puerta de recepción. La chica que atendía, una morocha pelo largo y camisa blanca, con un resaltador fluor me marcó en un mapita que tenía en su mano cómo llegar a la redacción de La Garganta.
Salí afuera siguiendo las líneas fluor y tenía que hacer una suerte de zic zac para ir al lugar. Cuando estaba por chocar con una esquina que tenía dos salidas para los costados noté que me había pasado del punto de llegada. Una entrada grande, tipo un marco. Al ingresar había una mesita de militantes de la Walsh (una agrupación de la Facultad de Periodismo UNLP), en las paredes muchos carteles recordando figuras políticas. “Los pibes están al fondo a la derecha”, me dijeron luego de consultarlos. La puerta estaba entre abierta, en cada mitad se veía media boca, de lo que es, en imagen, el grito simbólico de La Garganta en la revista.
***
Adentro me recibieron los pibes. En la redacción estaba “Boina” que, con buena onda, me saludó al canto de “eh, todo bien?”. La Garganta, como una de sus premisas fundamentales, tiene en su coartada utilizar el anonimato. Por dicha razón sólo hablaremos de Boina, como un ápodo arbitrario por el gorro blanco que llevaba puesto. Boina es un pibe de unos treintaypico, sonrisa contagiosa, barba candado, pelo semilargo y castaño oscuro. También estaba Ángel, a él no lo conocía. Un chico en el límite de la pubertad/adolescencia (calculé sin saber su edad) que se forma en los talleres que La Garganta le brinda a sus pibes, imposibilitados de acceder a la universidad. Se ve que antes de que llegara estaban sentados alrededor de una computadora, mientras tomaban unos mates. “Las redes sociales son un tanque de guerra”, me dijo sorprendido, al mostrarme una actualización de estado del facebook de la revista sobre la muerte del dictador.
En La Garganta hubo que dar una discusión con el tema de las redes sociales y el mundo digital. La posibilidad de entrar en una contradicción filosófica era el meollo. Se preguntaban cómo era posible tener facebook si hay muchos compañeros que no tenían techo o cómo tener twitter si en algunos barrios no hay electricidad. Pero las discusiones llevaron a las redes sociales a ser una herramienta estrátegica “no para hablar de la Garganta, sino desde La Garganta”. Todas las demandas que sus barrios vieron casi prohibidas y que ahora, al tener voz propia, pueden propalar en la revista. “En el barrio no tenemos teléfono de línea, internet, y muchos ni siquiera electricidad y que el canal de comunicación fuera facebook y twitter…entonces, en un momento abrieron uno a nombre nuestro, y ahí por lo menos dijimos que había que ocupar el lugar. Porque antes para que nos vengan arreglar un cable que se rompió con la tormenta necesitábamos marchar quince cuadras de vecinos y ahora escribimos 140 caracteres y a los diez minutos nos ayudan. Se volvió un arma”, reconoce Boina.
***
La Poderosa como organización surgió en 2004 y en 2011 La Garganta, su “brazo literario”. El medio por el cual difunden las actividades del barrio, las falencias de la política, derechos postergados y las utopías a alcanzar. Una vez por semana se realizan las “asambleas villeras”, donde están agrupadas 15 villas más las que se sumarán en el camino. El lugar de encuentro es en Zavaleta, donde está la redacción original. El punto de partida de la Garganta fue un informe malicioso de Facundo Pastor, de América TV, en el cual presentó: “Zavaleta: un desafío a la muerte”. Mostró al barrio como un ghetto de narcotraficantes, exponiendo a los chicos como “pirañas”, que sólo roban, se drogan y matan; acompañado con música de fondo propia de las mejores trailers del cine mundial. El daño que hizo fue irreversible: ambulancias que no entraban, colectivos que no pasaban, el despido de los vecinos que decían ser de ahí y el temor de las personas a merodear por la zona. Prejuicios. Eso fue la gota que rebasó el vaso. Los pibes no se quedaron quietos. “¿Sabés el festival que nos mandamos, fue lo mejor que hicimos”, recuerda Boina, orgulloso. “En todas las calles, en Fitz Roy, fueron las Madres, ¡fue una locura! Empapelamos todo el frente de América con cartulinas que decían ‘Yo conocí a mi novia en Zavaleta’, ‘Yo aprendí a leer en Zavaleta’. Y no pusieron nada, y ahí dijimos: ‘No pueden ser tan hijos de puta’. Nunca aparecieron tampoco”.
Es claro que Pastor “sabe que miente” porque nunca dio la cara, ni tampoco atendió los llamados de los vecinos del barrio que lo invitaban a conocer la villa. En esos días las asambleas eran totalmente inorgánicas, porque los compañeros contaban que le habían dejado mensajes en el contestador para que vaya a tomar mates a la mañana y vea cómo la gente se levantaba para ir a trabajar, y conozca de cerca el vecindario.
- Tenía un poco de vergüenza, él sabía que estaba mintiendo, ¿no?
- Por suerte hay cosas que van pasando muy rápido, creemos que a estos pibes que hace cinco o seis años hacían ése periodismo creyéndose que eran Rodolfo Walsh ahora les da vergüenza caminar por la calle. Y para nosotros eso es una conquista. Entre líneas, pude notar que en esa conquista está una de las batallas histórica de sus barrios: luchar contra la estigmatización de los medios de comunicación.
***
Si hay algo de lo que saben en La Poderosa y en La Garganta es de organización y autogestión. Imposibilitados, salvo contadas excepciones, de ilustrarse en la universidad, ahí mismo, donde estábamos, los “talleristas” forman a los chicos con diversos talleres. En ese momento, Boina le dio lugar a Ángel y me contó el proceso de aprendizaje: “Cada semana tenemos capacitación con los ‘talleristas’ que nos dan una mano y de alguna manera aprendemos entre todos. Los viernes tenemos el Taller de Redacción, donde aprendemos desde manejar una computadora; empezar a redactar, a escribir, con todos nuestros errores ortográficos. Asimismo está el Taller de Fotografía, que va los domingos, también una vez por semana”.
Se notó en Boina un resentimiento moderado con el mundillo académico. Me aclaró que se forman a los chicos en tanto “conocimientos técnicos” porque desde el periodismo tradicional se intenta indagar sobre el proceso de formación de La Garganta con los saberes del mundo universitario. “Entonces dicen pero no hay un fotógrafo que en realidad sabe fotografía que estuvo en la…y no hay un redactor… ¡Por supuesto que hay! Viene, se sienta en la ronda con los demás compañeros, y pone en la mesa sus saberes técnicos, entendiendo la diversidad cultural. Todos ellos trabajaron en otros medios y nunca hicieron lo que hicimos en La Garganta, porque lo valioso no son esos saberes, sino los que históricamente desestimó la Universidad y siguen desestimando cuando nos quieren hacer llegar al punto donde pareciera que la revista tiene un redactor de puta madre, un fotógrafo de puta madre y un diseñador de puta madre. Y lo bueno que tiene son los ‘huevos’ de poner sobre la mesa todo lo que quisieron tirar bajo la alfombra”.
***
La idea de la organización que implica no hablar de la Garganta sino desde La Garganta se cristaliza en algunas problemáticas que tienen las villas. El reconocimiento que ha adquirido con las figuras de la cultura popular que han posado para sus tapas es sólo una excusa para dar a conocer parte de la “cultura villera”, porque no son todas celebraciones. Ése éxito obtenido no los ha mareado de su lucha principal: la urbanización y los derechos postergados de la política. “Porque la inseguridad en nuestras villas es el paco”, me aseguró, en una cruda realidad.
- ¿Cómo es la campaña que llevan adelante en esa lucha?
- Ése tema es una batalla durísima, no es una campaña, para nosotros es una cotidianidad. Tenemos compañeros que están peleando contra eso desde el lugar que pueden. Muchos vecinos que vienen a bañarse a la redacción de La Garganta y van a la asamblea y dicen ‘yo hoy me quiero rescatar’. Y tenemos un problema de fondo, que es para nosotros la explicación de la inseguridad. Inseguridad que tan absurdamente quieren resolver llamando más policía. Basta escuchar a Vanesa Orieta (hermana de Luciano Arruga, desaparecido en democracia) para entender cómo en los destacamentos policiales se manda a robar a los pibes, que generan la inseguridad, para que después la gente pida más policías, que mandan a robar más pibes y así.
- Se va a la consecuencia y no a la causa…
- Es que en esa lógica nos parecen que están perdidos, que los pibes tenga otros modos de rescatarse, otra posibilidad. Entendemos que el Estado no pueda parar de la noche a la mañana las grandes redes de narcotraficantes, pero si puede construir un centro de rehabilitación serio, gratuito y de calidad donde podamos llevar a nuestros pibes. Mientras no se dispongan a eso, todas las estrategias de seguridad son relocalización de la marginalidad. Tiene que haber una contención social que hoy no hay.
Boina fue hablando en un tono relativamente tranquilo, quizá por el dolor que significa perder a compañeros que están enredados en la droga. Cambió el timbre en la voz cuando mencionó ése “un centro de rehabilitación”. Levanto su índice derecho y gestualizó el número. No era casual el énfasis en ése dedo. La necesidad se hace urgencia con un Estado que mira para otro cordón.
***
“Cada instancia que nosotros tenemos como debate luchamos por lo mismo que antes de tener la revista. La revista es un arma más en ese camino que venimos recorriendo”, me comentó, reforzando la idea de que sus utopías no se obnubilaron por la repercusión que ha logrado en los grandes medios.
La revista expulsa a los intermediarios, camina con voz propia: “Por suerte hubo algunos voceros, desde el regreso de la democracia, cuando teníamos las villas arrasadas e información cero. Si (los militares) se movían con la impunidad que se movían en el marco sindical y universitario, lo que hicieron en barrios donde les alcanzaba levantar una pared y decir ‘ese barrio se llama Ciudad Oculta’, porque ellos mismos la ocultaron para hacer ahí adentro todos los desastres que quisieran. Y no había periodistas villeros, entonces hubo tipos sensibles que dijeron hablar por nosotros, por lo que no tenían micrófono, porque voz tenemos desde siempre”.
Antes y ahora con los ingresos que generan por la venta de sus números (sale 15 pesos, y también se puede hacer por suscripción, de este modo cuesta un poco más) pudieron realizar algunas iniciativas. Entre los vecinos construyeron la plaza Kevin, que costó 15 mil pesos, en honor a Kevin, un niño que murió por una bala perdida. Se llamaba Kevin, al igual que un chico asesinado el año pasado por una zona liberada que otorgó la policía a una disputa narco. Asimismo con polladas, rifas y festivales llevaron a Mar del Plata a muchos de sus chicos a conocer el mar, y en 2009, cuando todavía no existía la revista, conocieron la nieve, en el Sur del país. Todo desde un fortalecimiento comunitario, de ir viviendo la vida mientras se lucha, sin convertirse en sucesores del Estado. “Porque no decimos que no venga el Estado que nosotros nos hacemos la cloacas, no, gritamos fuerte para decir: ‘¡Hijos de puta, véngannos a hacer las cloacas!’”.
***
El ritmo de la conversación fue bastante fluido. En las respuestas siempre se hablaba desde un “nosotros”, lo que indica el sentimiento de pertenencia, lejos de cualquier mezquindad individual. Cuando le hice la última pregunta a Boina sobre los sueños que tienen en el colectivo poderoso, además de la urbanización, se tomó un suspiro de tres segundos. Quizá fue por lo que representa haber sido históricamente un sector discriminado y nunca ponderado por la sociedad más que para la sección “policiales” de los noticieros. “Queremos vivir en sociedad mejor, desde lo que hacemos la revista y en las asambleas, entendemos que hay otro modo de vivir, más sano, más humano, más colectivo. Cuando decimos que el faro es el pueblo cubano, con Fidel. El ejemplo de unidad latinoamericana que dio Chávez, ahora Maduro; Evo desde la diversidad cultural. Están hablando desde una representación directa que vivimos en nuestros barrios. Una cultura, una identidad propia que sentimos que hoy tenemos, que no la pueden demonizar, ni nada de las cosas que vienen a proponer los medios de comunicación. De ahí, de haber resistido hasta una idea, hace muy poquito, de erradicar las villas a pasar a una discusión de urbanizarlas ha sido un avance. Creemos que se ve a la villa desde un lugar distinto del cual históricamente lo han visto. Eso. Y que todos podamos crecer en cualquier ámbito, para poder vivir con dignidad, con libertad, con alegría”.
Colectivo de línea, otra de mediana distancia más un tren eléctrico me acercaron hasta la estación de Núñez. Al bajar hay que cruzar, puente mediante, para llegar al otro lado; ir hasta a un pasillo relativamente ancho que da a la calle Juana Azurduy. Hice el recorrido hasta avenida Libertador, luego algunas cuadras para la izquierda: en total, fueron cerca de 9. A la distancia se veía un semáforo que daba luz verde. Era una manzana gigantesca, por dentro varias hectáreas. En la esquina había un mármol blanco que decía: “Espacio para la memoria, promoción y defensa de los derechos humanos”; y abajo: “Ex centro clandestino de detención y exterminio Esma”. Costeando la manzana, el recorrido y la curvatura de la vereda, denotaba que a los 100 metros, más o menos, estaba la puerta de recepción. La chica que atendía, una morocha pelo largo y camisa blanca, con un resaltador fluor me marcó en un mapita que tenía en su mano cómo llegar a la redacción de La Garganta.
Salí afuera siguiendo las líneas fluor y tenía que hacer una suerte de zic zac para ir al lugar. Cuando estaba por chocar con una esquina que tenía dos salidas para los costados noté que me había pasado del punto de llegada. Una entrada grande, tipo un marco. Al ingresar había una mesita de militantes de la Walsh (una agrupación de la Facultad de Periodismo UNLP), en las paredes muchos carteles recordando figuras políticas. “Los pibes están al fondo a la derecha”, me dijeron luego de consultarlos. La puerta estaba entre abierta, en cada mitad se veía media boca, de lo que es, en imagen, el grito simbólico de La Garganta en la revista.
***
Adentro me recibieron los pibes. En la redacción estaba “Boina” que, con buena onda, me saludó al canto de “eh, todo bien?”. La Garganta, como una de sus premisas fundamentales, tiene en su coartada utilizar el anonimato. Por dicha razón sólo hablaremos de Boina, como un ápodo arbitrario por el gorro blanco que llevaba puesto. Boina es un pibe de unos treintaypico, sonrisa contagiosa, barba candado, pelo semilargo y castaño oscuro. También estaba Ángel, a él no lo conocía. Un chico en el límite de la pubertad/adolescencia (calculé sin saber su edad) que se forma en los talleres que La Garganta le brinda a sus pibes, imposibilitados de acceder a la universidad. Se ve que antes de que llegara estaban sentados alrededor de una computadora, mientras tomaban unos mates. “Las redes sociales son un tanque de guerra”, me dijo sorprendido, al mostrarme una actualización de estado del facebook de la revista sobre la muerte del dictador.
En La Garganta hubo que dar una discusión con el tema de las redes sociales y el mundo digital. La posibilidad de entrar en una contradicción filosófica era el meollo. Se preguntaban cómo era posible tener facebook si hay muchos compañeros que no tenían techo o cómo tener twitter si en algunos barrios no hay electricidad. Pero las discusiones llevaron a las redes sociales a ser una herramienta estrátegica “no para hablar de la Garganta, sino desde La Garganta”. Todas las demandas que sus barrios vieron casi prohibidas y que ahora, al tener voz propia, pueden propalar en la revista. “En el barrio no tenemos teléfono de línea, internet, y muchos ni siquiera electricidad y que el canal de comunicación fuera facebook y twitter…entonces, en un momento abrieron uno a nombre nuestro, y ahí por lo menos dijimos que había que ocupar el lugar. Porque antes para que nos vengan arreglar un cable que se rompió con la tormenta necesitábamos marchar quince cuadras de vecinos y ahora escribimos 140 caracteres y a los diez minutos nos ayudan. Se volvió un arma”, reconoce Boina.
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La Poderosa como organización surgió en 2004 y en 2011 La Garganta, su “brazo literario”. El medio por el cual difunden las actividades del barrio, las falencias de la política, derechos postergados y las utopías a alcanzar. Una vez por semana se realizan las “asambleas villeras”, donde están agrupadas 15 villas más las que se sumarán en el camino. El lugar de encuentro es en Zavaleta, donde está la redacción original. El punto de partida de la Garganta fue un informe malicioso de Facundo Pastor, de América TV, en el cual presentó: “Zavaleta: un desafío a la muerte”. Mostró al barrio como un ghetto de narcotraficantes, exponiendo a los chicos como “pirañas”, que sólo roban, se drogan y matan; acompañado con música de fondo propia de las mejores trailers del cine mundial. El daño que hizo fue irreversible: ambulancias que no entraban, colectivos que no pasaban, el despido de los vecinos que decían ser de ahí y el temor de las personas a merodear por la zona. Prejuicios. Eso fue la gota que rebasó el vaso. Los pibes no se quedaron quietos. “¿Sabés el festival que nos mandamos, fue lo mejor que hicimos”, recuerda Boina, orgulloso. “En todas las calles, en Fitz Roy, fueron las Madres, ¡fue una locura! Empapelamos todo el frente de América con cartulinas que decían ‘Yo conocí a mi novia en Zavaleta’, ‘Yo aprendí a leer en Zavaleta’. Y no pusieron nada, y ahí dijimos: ‘No pueden ser tan hijos de puta’. Nunca aparecieron tampoco”.
Es claro que Pastor “sabe que miente” porque nunca dio la cara, ni tampoco atendió los llamados de los vecinos del barrio que lo invitaban a conocer la villa. En esos días las asambleas eran totalmente inorgánicas, porque los compañeros contaban que le habían dejado mensajes en el contestador para que vaya a tomar mates a la mañana y vea cómo la gente se levantaba para ir a trabajar, y conozca de cerca el vecindario.
- Tenía un poco de vergüenza, él sabía que estaba mintiendo, ¿no?
- Por suerte hay cosas que van pasando muy rápido, creemos que a estos pibes que hace cinco o seis años hacían ése periodismo creyéndose que eran Rodolfo Walsh ahora les da vergüenza caminar por la calle. Y para nosotros eso es una conquista. Entre líneas, pude notar que en esa conquista está una de las batallas histórica de sus barrios: luchar contra la estigmatización de los medios de comunicación.
***
Si hay algo de lo que saben en La Poderosa y en La Garganta es de organización y autogestión. Imposibilitados, salvo contadas excepciones, de ilustrarse en la universidad, ahí mismo, donde estábamos, los “talleristas” forman a los chicos con diversos talleres. En ese momento, Boina le dio lugar a Ángel y me contó el proceso de aprendizaje: “Cada semana tenemos capacitación con los ‘talleristas’ que nos dan una mano y de alguna manera aprendemos entre todos. Los viernes tenemos el Taller de Redacción, donde aprendemos desde manejar una computadora; empezar a redactar, a escribir, con todos nuestros errores ortográficos. Asimismo está el Taller de Fotografía, que va los domingos, también una vez por semana”.
Se notó en Boina un resentimiento moderado con el mundillo académico. Me aclaró que se forman a los chicos en tanto “conocimientos técnicos” porque desde el periodismo tradicional se intenta indagar sobre el proceso de formación de La Garganta con los saberes del mundo universitario. “Entonces dicen pero no hay un fotógrafo que en realidad sabe fotografía que estuvo en la…y no hay un redactor… ¡Por supuesto que hay! Viene, se sienta en la ronda con los demás compañeros, y pone en la mesa sus saberes técnicos, entendiendo la diversidad cultural. Todos ellos trabajaron en otros medios y nunca hicieron lo que hicimos en La Garganta, porque lo valioso no son esos saberes, sino los que históricamente desestimó la Universidad y siguen desestimando cuando nos quieren hacer llegar al punto donde pareciera que la revista tiene un redactor de puta madre, un fotógrafo de puta madre y un diseñador de puta madre. Y lo bueno que tiene son los ‘huevos’ de poner sobre la mesa todo lo que quisieron tirar bajo la alfombra”.
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La idea de la organización que implica no hablar de la Garganta sino desde La Garganta se cristaliza en algunas problemáticas que tienen las villas. El reconocimiento que ha adquirido con las figuras de la cultura popular que han posado para sus tapas es sólo una excusa para dar a conocer parte de la “cultura villera”, porque no son todas celebraciones. Ése éxito obtenido no los ha mareado de su lucha principal: la urbanización y los derechos postergados de la política. “Porque la inseguridad en nuestras villas es el paco”, me aseguró, en una cruda realidad.
- ¿Cómo es la campaña que llevan adelante en esa lucha?
- Ése tema es una batalla durísima, no es una campaña, para nosotros es una cotidianidad. Tenemos compañeros que están peleando contra eso desde el lugar que pueden. Muchos vecinos que vienen a bañarse a la redacción de La Garganta y van a la asamblea y dicen ‘yo hoy me quiero rescatar’. Y tenemos un problema de fondo, que es para nosotros la explicación de la inseguridad. Inseguridad que tan absurdamente quieren resolver llamando más policía. Basta escuchar a Vanesa Orieta (hermana de Luciano Arruga, desaparecido en democracia) para entender cómo en los destacamentos policiales se manda a robar a los pibes, que generan la inseguridad, para que después la gente pida más policías, que mandan a robar más pibes y así.
- Se va a la consecuencia y no a la causa…
- Es que en esa lógica nos parecen que están perdidos, que los pibes tenga otros modos de rescatarse, otra posibilidad. Entendemos que el Estado no pueda parar de la noche a la mañana las grandes redes de narcotraficantes, pero si puede construir un centro de rehabilitación serio, gratuito y de calidad donde podamos llevar a nuestros pibes. Mientras no se dispongan a eso, todas las estrategias de seguridad son relocalización de la marginalidad. Tiene que haber una contención social que hoy no hay.
Boina fue hablando en un tono relativamente tranquilo, quizá por el dolor que significa perder a compañeros que están enredados en la droga. Cambió el timbre en la voz cuando mencionó ése “un centro de rehabilitación”. Levanto su índice derecho y gestualizó el número. No era casual el énfasis en ése dedo. La necesidad se hace urgencia con un Estado que mira para otro cordón.
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“Cada instancia que nosotros tenemos como debate luchamos por lo mismo que antes de tener la revista. La revista es un arma más en ese camino que venimos recorriendo”, me comentó, reforzando la idea de que sus utopías no se obnubilaron por la repercusión que ha logrado en los grandes medios.
La revista expulsa a los intermediarios, camina con voz propia: “Por suerte hubo algunos voceros, desde el regreso de la democracia, cuando teníamos las villas arrasadas e información cero. Si (los militares) se movían con la impunidad que se movían en el marco sindical y universitario, lo que hicieron en barrios donde les alcanzaba levantar una pared y decir ‘ese barrio se llama Ciudad Oculta’, porque ellos mismos la ocultaron para hacer ahí adentro todos los desastres que quisieran. Y no había periodistas villeros, entonces hubo tipos sensibles que dijeron hablar por nosotros, por lo que no tenían micrófono, porque voz tenemos desde siempre”.
Antes y ahora con los ingresos que generan por la venta de sus números (sale 15 pesos, y también se puede hacer por suscripción, de este modo cuesta un poco más) pudieron realizar algunas iniciativas. Entre los vecinos construyeron la plaza Kevin, que costó 15 mil pesos, en honor a Kevin, un niño que murió por una bala perdida. Se llamaba Kevin, al igual que un chico asesinado el año pasado por una zona liberada que otorgó la policía a una disputa narco. Asimismo con polladas, rifas y festivales llevaron a Mar del Plata a muchos de sus chicos a conocer el mar, y en 2009, cuando todavía no existía la revista, conocieron la nieve, en el Sur del país. Todo desde un fortalecimiento comunitario, de ir viviendo la vida mientras se lucha, sin convertirse en sucesores del Estado. “Porque no decimos que no venga el Estado que nosotros nos hacemos la cloacas, no, gritamos fuerte para decir: ‘¡Hijos de puta, véngannos a hacer las cloacas!’”.
***
El ritmo de la conversación fue bastante fluido. En las respuestas siempre se hablaba desde un “nosotros”, lo que indica el sentimiento de pertenencia, lejos de cualquier mezquindad individual. Cuando le hice la última pregunta a Boina sobre los sueños que tienen en el colectivo poderoso, además de la urbanización, se tomó un suspiro de tres segundos. Quizá fue por lo que representa haber sido históricamente un sector discriminado y nunca ponderado por la sociedad más que para la sección “policiales” de los noticieros. “Queremos vivir en sociedad mejor, desde lo que hacemos la revista y en las asambleas, entendemos que hay otro modo de vivir, más sano, más humano, más colectivo. Cuando decimos que el faro es el pueblo cubano, con Fidel. El ejemplo de unidad latinoamericana que dio Chávez, ahora Maduro; Evo desde la diversidad cultural. Están hablando desde una representación directa que vivimos en nuestros barrios. Una cultura, una identidad propia que sentimos que hoy tenemos, que no la pueden demonizar, ni nada de las cosas que vienen a proponer los medios de comunicación. De ahí, de haber resistido hasta una idea, hace muy poquito, de erradicar las villas a pasar a una discusión de urbanizarlas ha sido un avance. Creemos que se ve a la villa desde un lugar distinto del cual históricamente lo han visto. Eso. Y que todos podamos crecer en cualquier ámbito, para poder vivir con dignidad, con libertad, con alegría”.
*Esta crónica, en una fecha especial, tiene más de un año de realizada, con algún ajuste pertinente.
Todo tiene que ver con todo.