domingo, 18 de diciembre de 2011

Y ahora tiro yo porque me toca

Porque  nacimos, crecimos, nos reproducimos, vivimos, decimos, sufrimos, sentimos. Porque la historia se está reescribiendo en el presente. Porque dicen por ahí, que la ganan lxs que la escriben. Porque hay que cambiar la información  y los imaginarios ganados por el pretérito (nada de patovicas culturales como los que manejan la educación en la CABA). Por esa cosmovisión que nos hizo saber que detrás de toda conquista hubo una independencia, y no nos conto la otra pata: siempre hubo un genocidio camuflado o mejor dicho disfrazado (el amigo Cristóbal, el “Desierto” en la campaña). Por los resabios que quedan.  Por los conquistadores del siglo 21 que viven en Argentina y se llevaron a Cristian Ferreyra en Santiago del Estero. Hijos de puta. Por la complicidad del nacional y popular de Zamora. Por la complicidad del canal amigo y Santo Biassati con su “otro tema”, que quiere hacer (me) creer que se trata de “un conflicto de productores”. Porque todo tiene que ver con todo. Porque en el papelillo simbólico de intercambio monetario, ese mismo que en el imaginario representa el valor más alto, hay uno genocida hijodemilputa. Juarismo en primera persona. Porque los mártires devaluados (pisoteados por la historia oficial) están al alcance de la mano “5”, “10”. Porque el expediente de la historia sea revisado. Por lxs que agarraron la cuchara de un futuro con justicia y revolvieron el pasado sin resentimiento desde los tiempos de amnesia obligatoria (sic Galeano). Sobre todo, ellas con la bandana blanca. Son miles. S o m o s. Y no se cansaron, a pesar de los ofrecimientos de los dependientes y de los premios en efectivos: los miles de julios argentinos rocas a cambio del silencio. La dignidad no tiene precio y no se compra, que valla  mastercard haber si puede cumplir su promesa comercial. Todavía hay mucha caterva del “proceso”  disfrutando del sol. Porque todo tiene que ver con todo. Por ese país que se autoproclama ante el (sub)mundo como “el país de la libertad”. “Del dicho al hecho hay un largo trecho”, conspicua frase. Una doble moral.  La ley del orden reprime a la indignación de un sistema que tiene en su esencia a la desigualdad. Una minoría en el mercado decide por una mayoría en la calle. El país  que nos civilizó a todos; el mismo de la invasión cultural. Sutilezas. Desde Holywood hasta Mc Donald. Porque todo tiene que ver con todo. Por Rodolfo Walsh con su periodismo de género militante. Por su inquietud (literal), por ser políticamente incorrecto. Por descubrir su conciencia de clase en su prosa; por emanciparse contra el mismo para después crear.  Por fabricar a la utopía e ir tras ella. Por su convicción, su compromiso, su indignación, sus miedos; por los sentimientos que los empujaron a seguir cuando “montoneros”, “la izquierda”, “peronismo”, eran malas palabras, o mejor dicho, palabras con mala prensa, cuando “había” libertad de prensa. Por morir en la suya sin la imposición del orden. Porque todo tiene que ver con todo. Por las venas abiertas de América Latina que no cierran pero de a poco quieren cicatrizar y reparar el daño histórico del imperio de la destrucción. Porque  nacimos, crecimos, nos reproducimos, vivimos, decimos, sufrimos, sentimos. Por todo eso y porque también pensamos.

sábado, 15 de octubre de 2011

Distopía suburbana.

Se te ve en el pulpito, camuflado en las palabras; escondido en ellas para no exponer tus (infames) intenciones. A veces la evidencia se hace palpable y, ante la incomodidad, correr el eje de discusión es la salida más oportuna. Esa suerte de Gestapo nacional (con una sigla de cuatro letras) complementaria de los muchachos de verde, anduvo a los zarpazos condenando a la pobreza a resistir palos policiales. Hasta en el canal amigo salieron los mudos con sus voces; los pasibles con su dolor. Y los muchachos dependientes en vez de interpelar, preguntan por tu flamante hija; quién diría, te me has hecho todo un celebrity. Pero no están solo tus empleados. En la otra parte de la gran metrópolis, está la azul federal (nacional y popular) llena de vicios; cosos casos de gatillo de fácil; de armados de causas a ciertas apariencias; con torturas y apremios en los pasillos de las cárceles a cielo abierto. Ahora es la requisa del aspecto; otrora policía del pensamiento. El último censo para proselitismo de algunos y decepción de otros, indico que las villas crecieron un 52% en todo el país. En los discursos se utiliza el término “urbanización”, pero solo ahí, en la práctica no aparece. En ese sentido, el brillante R. Berreta, luego de una orden judicial para urbanizar la villa Rodrigo Bueno, dijo que “no se puede, sería un verdadero peligro”. Algunos derechos solo quedan en la constitución y derechosos en la jefatura. En esa mirada aristocrática y meramente reformista, solo se usa a las villas para beneficio discursivo y vacacionar (una Gesell o Langostura). Siempre se necesita una “infrapersona” para presumirle algo y descargar en ellas las desgracias cotidianas con el rec de los noticiarios. O sino para que salgan el "policías en acción", "gps" y tanta programación cultural. Un sabio pensador decía que el “Estado detenta el monopolio de la coerción”; algo de la sociedad de control ya me suponía. El eco de las pantallas derrama estereotipos de ladrones y, según cada contexto personal, reforzamos esas teorías televisivas. Apoyados en las intrépidas notas de Facundo Pastor, que flasha investigación en ARG; a dos cuadras de una villa; manda a un diligente con cámara para transmitir por tv indignación, que no necesitamos, pero que igual que tenemos que saber que “que la hay, la hay”. Nos muestra el daño de terceros a toda la comunidad; cuando el daño lo comete él, se esconde. El miedo que vende por la tele lo termino comprando. Pero ahora, en la villas hay una poderosa que le respondió:
Fragmento de una nota de Miradas al Sur

En el primer número Ayelén, de Zavaleta, 14 años, le dedica una carta al periodista del canal América Facundo Pastor, por un documental presentado como un “desafío a la muerte”, en el que mezcló imágenes de otra ficción filmada en el barrio y acusó de “pirañas” a todos los chicos.
–Por ese documental, los colectivos dejaron de frenar por Zavaleta, y hay casos de madres que perdieron el laburo– relata otro referente de La Poderosa–. Lo repitieron tantas veces, que una vecina volvió a la casa en la que trabajaba y la sentaron para preguntarle donde vivía, porque había dicho Barracas. Cuando aclaró las calles, le dijeron que era Zavaleta, y que preferían despedirla. Un domingo, poco después de la emisión del documental, los vecinos fueron hasta la puerta del canal para hablar con Pastor. Hubo murga, alfabetización, fútbol popular, a los vecinos de Palermo se los invitó con tortas fritas y jugo. Pastor no apareció ni atendió los llamados de los vecinos, que querían invitarlo a conocer el barrio. A partir de hoy, Facundo Pastor y sus informes no están solos: por lo menos hay otra voz para saber lo que pasa en el barrio Zavaleta.


La policía, las cuatro letras de la ucep, la metropolita, la federal, los miedos de comunicación, los blanco amorfo, los estig-más, los pedidos de buena presencia, la opulencia con su Ricardo Fort, los estereotipos, la ambulancia que no llega, la historia. LA historia. Todo tiene que ver con todo. Para extirpar o mermar con todos esos virus impregnados, habrá que seguir a Galeano y a la utopía, implorando que no se aleje tanto cuando vamos detrás de ella.


miércoles, 5 de octubre de 2011

Llamarada de una emocion (la banalidad del mal)

Vivo en un país donde los analistas y constitucionalistas, presuntamente especializados legitiman discursos. Donde se habla de “política”, “corporaciones”, “monopolios”, “corrupción”, “juventud”, “populismo”. Donde un ministro (fanático de Gran Hermano) quiere poner cámaras en las escuelas para “la protección de los bienes escolares” y, ¿la protección de los estudiantes? Estamos en un mundo al revés.

Donde los pibes desamparados, en el humo de un cigarrillo (esos que no dan risa) se deshacen por un rato las penas de una sociedad que los margina (primera persona). Donde los muchachos azules ayankeezados, aplican la pena de muerte clandestina para algunos de tez oscura y zapatillas con resortes. Donde políticos (no todos) usufructúan necesidades con alguna dadiva para que ejerzan el simulacro de la vida digna. Donde uno, ahora  promete wi-fi para todos, cuando hay muchos invisibles que se hacen visibles en los andenes de las populosas estaciones del ferrocarril. Donde los medios (in) de-pen-dien-tes le aplican zoom al cortometraje de aspirantes, con la futura justicia social para elección venidera (proselitismo le llaman algunos).

En las pantallas se ofrece corrupción,  indignación, bronca; a veces se venden esperanzas, ilusiones, fantasías y demás sinónimos de felicidad. Algunos bailan por un sueldo, demostrando que la injusticia en el país es real, pero  también es un show televisivo bien remunerado, donde todo el circo de la mentira se pone el traje de la verdad. “Escándalo”, “Polémic@”,  entre otras, palabras claves que rellenan horas y horas de transmisión.

Los medios son dañinos y distribuidores de miedos. Ahí ellos también les llego la resignificación. Mirar el noticiario y a todo su eco, implica ser cómplice de la carnicería humana. Últimamente, “la gente” pide mucho morbo, pero sino el formulario ofrece paranoia y traumas por doquier. Los estigmas/rótulos (“trapitos”, “pirañas”, “piqueteros”, “okupas”, etcéteras y recontra etcéteras) salen a conocer un mundo que los solicita para descargos y pase de facturas personales; otro boludo nos vende (literalmente) “el gps de la seguridad” que nos alerta, cuando merodeamos “una zona peligrosa”. Se habla del miedo a la inseguridad, en primera plana periodistas se relamen apenas hay un robo; estadistas diligentes se encargan de la averiguación de antecedentes en la ronda de los potenciales en vivo, pero solo de eso se habla ¿Y la inseguridad de los pobres? Vivir en casas precarias; vivir con agua, gas y luz de a ratos; con techos endebles dependiendo de la piedad del viento, sobreviviendo sin derechos constitucionales. Esa inseguridad no es televisada, aparentemente no sirve. Habrá que ver si las vueltas de la historia hacen que los pobres dejen de ir a contramano y puedan torcer el destino.
 


"Quizás a vos te paren por el color de piel, 
quizás a vos te paren quieran sacarte la miel", sic DS

domingo, 25 de septiembre de 2011

Modernidad del holocausto

Te convertiste en un denunciante serial. Después de tanto análisis, te sorprendes, pero para mal.  Hay cuestiones que no te cierran. En la soledad de tu intimidad, te quedas viendo el techo tratando de buscar una explicación del impensado suceso (sobre todo cuando predijiste su final). Algo que no te esperabas, que te dejo sin palabras. Unos sobres en la oscuridad del cuarto te dieron la espalda. Disimulas. Estas salando las heridas. Sin embargo, no podes evitar ponerte en rezongón. Evalúas conductas y comportamientos. Propias y ajenas. Anunciaste (y avisaste) las catástrofes de nuestra raza humana; que se acercaban y andaban merodeándonos. No supieron valorarte. Interiormente te preguntas ¿Qué hice mal? “Cámaras no me faltaron”, te respondes, en tu costado off the record, claro. No sea caso, que el orgullo empiece a quebrarse también. Por ahora, es el único sobreviviente. Por suerte, porque sino…  “Que se doble, pero que no se quiebre”, el dicho de los optimistas del pesimismo.

“Cocodrilo que duerme es cartera”, asentís. No hay segundos que perder; te pones a filosofar en el ignoto mundo de las ideas. Con el diario del lunes, más que nunca, intentas usufructuar debilidades ajenas, que se agigantan en los micrófonos dependientes. Resistís como podes. «Riiiiiiiing riiiiiiing», suena el teléfono; salvador él. Eficacia. Se vienen oportunismos oportunos y la gran puesta en escena. Sale al ruedo, un nuevo melodrama. Con grandes actores de reparto y en HD. Alta definición para todos. A pesar de eso, seguís lamentando no tener la dicha de poder tirarle una cautelar a la sentencia. Por lo menos, algo sería algo.

En la vereda de enfrente, tratas de descifrar ese enigma inexplicable. Que te supera por todos lados. Física y mentalmente. Y bueno, llega la hora de ser creativo. De recurrir. Elaborar o esperar por alguna cofradía pilluela para poner en duda la ética adversaria. Sos la víctima y el victimario al mismo tiempo. En simultáneo. Crees que las explicaciones no son las de importancia, que alcanza con un pantallazo televisivo que explique tanta corruptela. “La gente está cansada de esto”, les recordas a todos.

Pretendes tocar su condición. Poner en la cornisa a esos odiosos populistas, que hacen del autoritarismo su bandera. Sos como todos, un tipo común. En el índice de tu mano derecha, está el acusado. Un parlanchín moderado devenido en mediático. Tu compinche le presta su auto guapo y le da una pasantía para contar historias sobre moral en su (tu) segunda casa. Supuestamente. Capaz ya no vas más ahí y vivís en otro lado. Pero no importa eso, tamaño accionar no reviste origen, solo el contenido de lo actual. Las diatribas que cocinaste ya están para salir del horno.

Te descubrís en la impotencia de ellos. Sentís el mismo (re) sentimiento. Soldados rasos que blasfeman del universo oficial. Pero que se le va a hacer, los tiempos cambiaron. Ahora hay que justificar todo lo que se dice. Nada que en la nada. Como en el futbol, ante el error quedas en off side. En una posición incorrecta. Y eso, también es sancionado por la gente.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Etiqueta negra (la impostura)


“Del otro lado de la reja está la realidad, de este lado de la reja también está la realidad; la única irreal es la reja. Aunque parezca a veces una mentira, la única mentira no es siquiera la traición, es simplemente una reja que no pertenece a la realidad.”
Paco Urondo

Está claro que las palabras tienen fuerza no tanto por lo que dicen, sino por quién las dice y desde dónde las dice. El concepto es amplio, puede abrazar múltiples espacios y q
uizás, ambiguas interpretaciones. En un sermón justiciero para las cámaras, que en la teoría pone a la educación como una garantía de estado, pero  en la práctica lo deja como un bien de consumo arancelado. “Del dicho al hecho hay un largo trecho”, sostienen con seguridad y convicción los desconfiados. Se descubren en otros, atravesados por los mismos nervios y emociones encontradas.

El decir y el hacer raramente se cruzan en un pensamiento (neo) liberal, pero cuando algún osado imberbe está motivado una “desviación” generada por el “exceso de pensamiento” puede incomodar y poner en duda la escala de valores del sistema. Tiene capacidad de organización y de liderazgo;  rezongan del disciplinamiento del aparato estatal. Dicen lo que sienten y hacen lo que piensan.  Señales que pueden romper las barreras imaginarias y simbólicas del orden establecido. Agarrar un pedazo de la historia dentro de la propia historia; reconstruirla con sus ideales y sin los intermediarios de siempre, es la meta de los estudiantes chilen@s. Ellos, son los que defienden valores al precio de cualquier sacrificio que aparecen embanderados con las causas nobles y soñando cambiar un estructura que deja lo mucho para pocos y lo poco para muchos. Cadena(s) de favores y conveniencias repartidas/compartidas en la gran repartija nacional.

Sabiendo del miedo (bajo el eufemismo “tranquilidad) que infunda el enemigo oficial (poderoso) lleno de recursos  que sale al ruedo con el ensayo general y el teatro antidisturbios. También, quiere seguir cómodo en la normalidad dominante con  sus privilegios, derramando dudas y suspicacias sobre todo lo que amenaza su estado de situación. La injusticia más grande sería dejar en manos de otros lo que es de ellos: el futuro; obedecer a la obediencia; ser un cómplice y partícipe necesario de las instituciones domesticadoras de conciencias, que apelan a las etiquetas y rótulos denigrantes para evitar que el “orden” se ponga en crisis. Son unos “anarquistas”, “vándalos”, “violentos”, repiten por doquier circunstanciales que legitiman el contramensaje. La prosperidad capitalista dejo varios heridos y cicatrices que no cierran; contrastes entre la expectativa y la realidad. Un modelo (de vida) que los vaivenes de la historia les encajo pero que ellos no eligieron.

La revolución dice que la peor batalla no es la que se pierde sino la que se abandona. El camino siempre es largo y arduo; en el trayecto pueden aparecer algunas piedras que entorpezcan o quieran frenar el avance. Varios recortes visuales con malevolencia de un hecho que amerita ser contado corren el eje de la discusión; imponiendo esa verdad como la verdad verdadera. En esa disputa de intereses, las opiniones y juicios de los que se adueñaron del discurso siempre construyo realidad y tienen más llegada que una inofensiva bandera o un cartel que reclama una educación pública de calidad y gratuita. Ser pasible de mentiras y calumnias puede llegar a ser desgastante en el sueño de un país más igualitario. Sobre todo, cuando se quiere divulgar al resto una hijaputez estatal que tiene detrás una trama comercial incansable. Sin embargo, indignados pero creyentes siguen de pie; su convicción y su necesidad los empuja a seguir. Emancipados contra ellos mismos intentando rumbear su historia en las calles no en la tele-visión. Haciendo caminos al andar.